En los años 70/80 del pasado siglo empezaron a utilizarse en los modestos hogares de España los electrodomésticos, ello afectó de forma muy negativa a la venta de los clásicos cacharros de alfarería para agua como eran los botijos, cántaros, jarras, etc., de Salvatierra de los Barros.
Al decrecer las ventas el clásico botijero o arriero vendedores de estos enseres de barro tuvieron que decantarse por otra clase de venta sobre todo en Madrid la capital de España; cambiaron aquella clásica estampa que durante siglos recorrió la piel de toro del burro cargado con las angarillas por otra: sólo tuvo que dejar la angarilla y enganchar al animal a un pequeño carro y los cacharros por frutas.
El que esto escribe ha tenido la ocasión de ver a estos paisanos nuestros con su pequeño carro tirado por el animal por las calles de Madrid ofertando las frutas a los viandantes en cualquier esquina de las calles céntricas y con tan frágil vehículo circulando entre la vorágine de los coches a los que sorteaba con pericia y precisión.
En un principio esta venta ambulante tuvo un importante éxito y les reportó a estos hombres unos beneficios económicos importantes para aquellos que emprendieron esta modalidad de venta dado que los productos que ofertaban en las calles era de calidad y mucho más barato, luego, una vez regulada la venta ambulante tuvieron que establecerse en lugares adecuados, actualmente esta venta se considera prohibida.
En la foto que hoy mostramos vemos a Francisco Linares Suero paisano nuestro, que primero vendió cacharros y luego frutas, la imagen fue captada como se puede comprobar en la Puerta de Alcalá de Madrid, ahí le vemos con un pequeño carro cargado de naranjas y limones antes de colocarse para venderlos en la boca de metro de Goya.
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