En esta ocasión el viajero ha sorprendido en plena faena, en la Plaza del Matadero, a este hombre, se ha fijado cómo con sus hábiles manos del sillero trenza la enea con la que confecciona y repara los culos de las sillas. Lo hace con suma destreza y precisión, el viajero se acuerda del refrán que dice que para todo se necesita un maestro, y el sillero lo es.
El sillero es forastero, trabaja en su oficio, trasladándose de pueblo en pueblo ofreciendo sus servicios a las amas de casa que se acercan hasta el lugar donde tiene montado su sencillo y modesto “taller”.
Es éste uno de esos oficios que se extinguirán en no mucho tiempo y que ha llegado hasta nuestros días gracias a que según el sillero, aprendió el oficio de su padre y ha pasado de generación en generación, lamentándose de que sea é el último de los silleros en activo que conoce en la periferia.
Al viajero al ver al sillero, se le viene a las mientes sus tiempos de mozo cuando por las calles del pueblo los ambulantes ofrecían a través de sus pregones, sus servicios como era el latero, el piconero, el paragüero…
17 de julio de 2015