Todos los del pueblo sabemos que el obispo salvaterreño DON FERNANDO RAMÍREZ Y VÁZQUEZ nació en el año 1807 en la antigua calle del Agua hoy llamada Ramón Montero. En la casa donde vino al mundo, existe una lápida que conmemora dicho nacimiento, aunque hay que indicar que no fue esta su residencia definitiva, puesto que sus padres, junto con don Fernando y sus dos hermanas, pasaron a residir a la que entonces se llamaba calle de Los Giles, hoy González Naharro, concretamente a la casa que fuera propiedad de Valentín Benitez y ahora de sus hijos.

Al fallecer los padres, los hijos vendieron esta casa y los cuatro trastes existentes como era costumbre se repartieron entre los herederos.

Uno de estos “trastes” es esta vasija de barro de principio del S. XIX, que hoy el viajero publica en este medio con mucha satisfacción; es una de las muchas vasijas que hacen nuestros artesanos en sus alfares, con la particularidad de que este cacharro es un tesoro en cuanto a su antigüedad, añadido a que formó parte de la existencia del Obispo, y que su madre lo usó en los distintos menesteres de la casa.

Al repartir los enseres por fallecimiento de los progenitores, pasó a una de las hermanas del Obispo y allá por el año 1997, lo encontraron atado con una cuerda pendiendo del techo de un pajar, en un doblado de una casa de la calle Guadalupe. Por entonces esta vasija, formaba parte de las propiedades de un nieto del Obispo siendo recuperada por nuestra paisana Ana Mari Suero González, sobrina tataranieta de don Fernando Ramírez, que la conserva con orgullo en su casa y, como podemos comprobar perfectamente cuidada y en unas envidiables condiciones.

El viajero cree que todo esto es una bonita historia con protagonistas de leyenda.

4 de marzo de 2015