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428.- EL EMBLEMÁTICO BOTIJO DE SALVATIERRA DE LOS BARROS NOS INDICA QUE SOMOS ALFAREROS.

(428)1En el centro de la rotonda, a la entrada a nuestro pueblo Salvatierra de los Barros, cuando venimos de Zafra, recientemente, ha sido emplazado este botijo de singulares proporciones que se muestra en estas páginas, según los datos que el viajero posee, esta imponente vasija tiene 4 metros de altura, pesa 1.300 kilos, y la anchura máxima del mismo es de 1,50 m.

Está reforzado con varillas de hierro en su parte central y laterales, en su interior una tela metálica y dos capas de cemento. Está revestido por un número aproximado de 4.000 láminas de barro rojo que forman un precioso mosaico.

Fue hecho por los componentes de la Asociación de Alfareros de Salvatierra, aunque también colaboraron los hermanos Pérez Vinagre, con orígenes en Salvatierra, pero afincados en Mérida.

Decir que este botijo, fue presentado al público hace dos años, durante la celebración de la Feria de la Alfarería y el Barro que conjuntamente lleva a cabo Salvatierra con la localidad portuguesa de San Pedro de Corval de forma alternativa.

El botijo será dedicado a los alfareros con la leyenda: “A LOS ALFAREROS DE SALVATIERRA”.

A todo esto decir que, Salvatierra de los Barros, tiene fama y ser conocido en toda España por ser pueblo alfarero, sus cacharros están hechos por hombres de Salvatierra, con el barro autóctono que prolifera en su término municipal, pero no seríamos justos sin indicar que, aunque los principales artífices son los alfareros, esta fama que hemos adquirido se debe principalmente a los “embajadores de Extremadura”, que son los arrieros, esos hombres sufridos, humildes y sencillos que desde hace cinco siglos soportando soles, lluvias y calamidades, sacaron las piezas de Salvatierra de los Barros con sus burros cargados con las angarillas y repartieron la alfarería por todos los rincones de España, así como por varios países de Europa e incluso surcaron los mares llevando los porrones, los pucheros los cántaros, etc. a tan lejanos lugares como los de Hispanoamérica.

Muchos arrieros han sentado sus raíces en Madrid, Barcelona, Bilbao…, se fueron a vender cacharros y las circunstancias no les han permitido volver a su pueblo, ellos desde allí continúan con la añoranza de su pueblo al que nunca han olvidado.

Justo y necesario es que al ARRIERO también se le dedicara un monumento como a los ALFAREROS, pues unos y otros son los que le han dado esa fama a nuestro pueblo.