Por la singularidad de la misma traemos hoy a este muro esta fotografía, examinándola con detenimiento nos entramos en el pellejo de este vendedor ambulante de la cerámica de Salvatierra de los Barros que nosotros en el pueblo conocemos como arriero y en la mayoría de los lugares de España como botijero.

En esta foto podemos contemplar la cara simpática y sonriente de nuestro paisano e intuimos que está cambiando impresiones con otra persona, posiblemente con el mismo fotógrafo. Mientras tanto queda su imagen plasmada en el documento gráfico se fuma su cigarro y descansa momentáneamente sobre el cuello de su inseparable amigo y confidente que es el asno que aparece cargado con las angarillas donde transporta los cacharros.

Era dura la vida del arriero durante esos largos meses de primavera-verano. El arriero allá por San José salía del pueblo y permanecía ausente hasta mediados septiembre; mucho sol, lluvia, calor y , frío tiene que soportar durante esta larga ausencia y a sus costillas muchos kilómetros y kilómetros andando desde su casa hasta llegar a Madrid, Barcelona, Bilbao, etc., recorriendo esas carreteras e ignotos caminos. Llegado a su destino accedía al aposento que no era otro que un gran almacén o nave, durmiendo en ocasiones a los pies de los mismos animales sus compañeros de fatigas y como cama quizás los mismos aparejos de las bestias. Vida dura y difícil la de nuestros arrieros que han llevado con orgullo el nombre de Salvatierra de los Barros y su cerámica hasta los puntos más alejados, por eso al comentarista le gusta y le agrada esa cara de contento y satisfacción de nuestro paisano a pesar del sacrificio y de las adversidades.