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La ayuda de Salvatierra permite el desarrollo de un comedor y un colegio en Perú
En el periódico regional HOY aparece un artículo referido a Don Fernando Cintas Rosa, natural de Salvatierra y misionero en Perú desde hace 37 años, en el que narra parte de sus vivencias en el país andino. El artículo es del corresponda Manuel Dominguez.
El misionero salvaterreño Fernando Cintas, clave para estas iniciativas, lleva 34 años en el país andino
La puesta en marcha de un comedor parroquial y de un colegio en Perú son algunas de las consecuencias directas de la ayuda económica que Salvatierra de los Barros viene prestando a la labor misionera de un sacerdote de la localidad, Fernando Cintas Rosa. Desde hace 34 años el misionero salvaterreño reside en el país andino y, en contadas ocasiones, regresa por unos días a su pueblo. Esta Navidad está precisamente pasándola en Salvatierra, recibiendo el cariño no solo de su familia sino de los vecinos del municipio. Salvatierra tiene designada una calle con su nombre.
En realidad, Fernando Cintas está en Extremadura desde el puente de la Inmaculada Concepción. Durante algo menos de un mes ha dejado Perú, en el que vive desde 1984.
Durante estas tres décadas han sido muy pocas las ocasiones en las que ha regresado a su localidad de nacimiento para reunirse con su entorno familiar. La última vez pudo disfrutar aún de la compañía de sus padres, ya fallecidos.
Los misioneros no se jubilan
Cintas, a sus 67 años, goza de una salud envidiable que le permite como misionero dedicarse a sus filigreses en la parroquia de San Pedro de Mala, en la zona costera peruana, perteneciente a la Prefactura de Yanyos-Cañete-Harochirí. Anteriormente permaneció varios años en la sierra andina, en San Juan de Matutaca, donde la vida rural tiene más dificultades para los nativos.
El misionero extremeño ha relatado estos días a HOY algunos aspectos de su quehacer diario en la misión, señalando que en su ámbito parroquial trabajan junto a él tres sacerdotes peruanos para atender a una muy numerosa población.
Para mitigar la pobreza a ciertas familias necesitadas cuenta con la ayuda económica que llega a través de su hermano -también sacerdote de Salvatierra- en forma de padrinazgos. Una labor en la que se implica cada año la localidad.
Tienen en Perú funcionando diariamente un comedor parroquial, llamado San José María de Balaguer, que se construyó con las aportaciones llegadas de España, especialmente de la archidiócesis de Mérida-Badajoz, junto con la oenegé ‘Misión Américas’.
También disponen en la actualidad de un colegio de Inicial, Primaria y Secundaria, con más de mil doscientos alumnos. La escuela está promovida por la parroquia de Mala.
Al preguntarle si regresará algún día para descansar en su pueblo, Fernando Cintas Rosa señala que «los misioneros no se jubilan» y que, en todo caso, está a disposición del arzobispado de Mérida-Badajoz para lo que se necesite. El misionero indica que cada día se siente más peruano porque lleva muchos años en aquella misión, donde se encuentra integrado totalmente. Cintas concluye que «nunca se sabe donde vamos a acabar porque el hombre propone y Dios dispone».
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